lunes, 18 de abril de 2011

De shopping un día cualquiera

Sí, lo confieso y lo admito: Después de los conciertos y las hamburguesas mi otra debilidad es irme de compras.

No soy fanática empedernida ni de los zapatos ni de los pantalones, pero las blusas son mi debilidad.

Creo que nunca falta una blusa nueva en el closet, porque al final eso es lo que destaca. Puedes combinar los mismos jeans con diferentes tops y siempre se verá como un outfit diferente.

Recuerdo cuando entré a la universidad (venía de un colegio católico al cual debíamos asistir perfectamente uniformados) y mi corazón iba a estellar de felicidad y de stress a la vez. De felicidad porque al fin yo dispondría de mis atuendos y de stress porque me propuse no repetir top durante cada cuatrimestre. Así mismito, repetía una blusa cada cuatro meses para ir a clases.

Cuando me fui a España me enfrenté a una situación complicada, al mes de mi partida, mis padres se mudarían de la casa donde habíamos vivido toda la vida (ya vivían ahí con mis hermanos desde antes de yo nacer) y tuve que enfrentarme yo solita con mi closet para dejar todo empacado. ¡Qué odisea! Debí sacar la ropa para tirar, la ropa que se iría a la nueva casa y la ropa que me llevaba conmigo a Madrid. La loma de ropa no era poca...

De todas formas, sigo practicando el deportes de las compras cada vez que puedo pero siempre con el mismo entusiasmo.

El irme de compras me reconforta, me sube el ánimo, me entretiene y me alegra bastante la vida.

PD: Este post va dedicado a Jona quien se desespera cada vez que va a la tienda conmigo.



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